Acompañar el llanto con amor y respecto
A muchos adultos el llanto de los niños/as nos enfrenta con nuestra relación emocional con nuestras propias lágrimas, con la historia particular de nuestro propio llanto.
Son diversos los estudios que van desde la psicología, pediatría, neurología, sociología…que nos pueden hacer entender el sentido del llanto en la infancia y la forma de acompañarlo.
Son muchas las preguntas sobre esta reflexión
¿Cuál es el significado del lenguaje de las lágrimas infantiles?
¿Por qué unos niños/as lloran con tanta facilidad y otros no?
¿Como podemos acompañar adecuadamente el llanto?
¿Por qué lloramos?
¿Qué expresan y comunican las lágrimas?
Podríamos hacernos infinidad de preguntas y pero tenemos pocas respuestas. Es importante no olvidar algunas premisas que, como actitud ética, debemos tener en cuenta:
Los niños/as tienen potencialidades y plasticidad para el aprendizaje, también en experiencias cognitivas y emocionales que tienen que ver con el llanto.
Los niños/as son originales e incomparables.
El ambiente alrededor del niño debe ser relajado y de confianza, segurizante.
Hay que evitar siempre predeterminismos: el clásico “ya verás como llora”
El llanto siempre tiene razones. Nunca es capricho ni manipulación (Si en algún caso lo interpretamos así deberemos estar atentos al trasfondo que sugiere)
Las lágrimas son una forma de expresión que debemos reconocer.
El llanto, de esta manera, surge como necesidady debemos encontrar la forma de transitar, siempre, como derecho. Para ello es aconsejable:
No cortar el llanto bajo ningún concepto. Es el niño/a el que debe encontrar su iniciativa para buscar y encontrar su forma de consuelo.
Nuestra función, en cambio, es acompañar el llanto y el sentimiento del niño/a desde donde cada niño/a lo permita.
Acompañar empáticamente, significa no restringir, reprimir o despistar el llanto para consolarlo, o para que lo antes posible se acabe. Sin cortar las lágrimas el niño/a tiene más posibilidades de sentirse plenamente aceptado, comprendido y acogido en su identidad.
De la misma manera, estar con un niño/a que llora nos exige dedicación, estar emocionalmente disponibles y no despistarnos.
Es importante desterrar palabras o frases como “no se llora”, “no es para tanto”, o el clásico “shhhh”.
Mención especial merece el Chupete, surge históricamente como un tapón que traiciona el derecho al niño/a a llorar. Debemos respetarlo si el niño/a lo necesita y nos lo pide pero no por nuestra propia iniciativa.
Existen unos 16 tipos diferentes de lágrimas: de tristeza, dolor, pérdida, desesperanza, alivio, alegría, exaltación, decepción, abatimiento, descarga de tensión, de empatía, ceremonial, frustración, aprensión, cólera o rabia.
Ahora nuestro reto consiste en alfabetizarnos en la gramática, tonalidad y lenguaje del llanto para distinguir su forma, saber acompañarlo diferencialmente, y poder descubrir cómo se desencadena y por qué se calma, siempre desde cada niño/a.
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